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Argentina: ¿País de mierda o potencia tecnológica?

Argentina: ¿País de mierda o potencia tecnológica?

Por AUGUSTO y MATEO SALVATTO


Emprendedores y autores del libro “País de Mierda: Ideas y reflexiones sobre el mejor país del mundo.” 


Hace 186 años Argentina estaba en una situación bastante más compleja que en la que se encuentra ahora, aunque nuestra tendencia al autoboicot nos sugiera que estamos en el peor momento de nuestra historia. En 1837 “Argentina” era una manera de decir. Este jóven territorio no tenía ni siquiera un Presidente, estaba inmerso en una guerra civil y la tasa de analfabetismo superaba el 75%. ¿Qué tiene que ver esto con la tecnología? Ahí vamos, todavía no scrollees. 

Resulta que en ese momento un grupo de pibes de entre 20 y 30 años se juntaba en la parte de atrás de una librería ubicada en la actual calle Reconquista para discutir sobre el futuro del país. Entre ellos se encontraban Marcos Sastre, Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi, entre otros. Fue éste último el que pronució en ese contexto las siguientes palabras, que tienen una actualidad sorprendente:

Una nueva generación se levanta, llena de virtudes, de actividad y de talentos, que promete a la Patria hermosos días de grandeza y de gloria. (…). Con tanta virtud  y talento, y con tan poderosos elementos, ¿qué cosa habrá, por ardua y grande que sea que no pueda alcanzarse?

Hoy, casi dos siglos después, Argentina ya tiene Presidente (nos guste o no) no se encuentra en una guerra civil y las tasas de analfabetismo son marginales. La educación es pública y no arancelada, con un esquema que permitió la formación de ya cinco Premios Nobel. Ese país también exporta reactores nucleares a China, Australia, Egipto o Países Bajos, es la nación latinoamericana con más presencia en el espacio exterior y es hogar de once empresas unicornio. 

Pero hay dos variables constantes entre esa Argentina y la actual: la crisis – aunque con distintos matices – y el talento, del que habla Alberdi. ¿Cómo puede ser que un país que pareciera estar atrapado en una crisis permanente sea al mismo tiempo una usina de talentos que se destaca en todo el mundo? Y, principalmente, ¿cómo podemos aprovechar ese talento para ser el país que queremos?

El conocimiento como motor de desarrollo

Un pequeño disclaimer: Todos los profes creen que su materia es la más importante y casi todos nosotros creemos que nuestra industria tiene esa misma característica. Intentaremos dejar de lado ese sesgo, todo lo que podamos. 

En la economía medieval, la importancia de una ciudad estaba dada por la fortaleza de sus muros. El acceso a vías navegables fue muy importante también a partir de lo que conocemos como Edad moderna. En el siglo XX, las industrias se comenzaron a llevar el protagonismo: refinerías, grandes fábricas y naves industriales eran sinónimo de progreso económico. El siglo XXI nos trae como principal novedad el rol del conocimiento como forma de agregar valor a recursos naturales y productos industriales. ¿Quién se lleva el dinero: el chino que ensambla 400 iPhones por día o el californiano que diseñó el logo de la app de fotos que usamos en ese smartphone? La respuesta es obvia.

Llevando esto a la realidad argentina, podemos tener todos los recursos naturales que querramos, pero si nos sentamos en una montaña de litio, petróleo, soja o gas, sin agregarle valor desde el punto de vista del conocimiento, no nos servirá de mucho.

El complejo agroindustrial argentino es un gran ejemplo de cómo se hace esto. Desde arroceras en Corrientes que usan imágenes satelitales – de satélites argentinos, por cierto – para usar más eficientemente los recursos, hasta medianos productores santafesinos que incorporan computer vision para aplicar herbicidas con mayor precisión. No se trata de desarrollar tecnología por desarrollar o sacar miles de programadores al año, sino más bien de cómo favorecemos los procesos de incorporación de tecnología de punta a nuestras actividades productivas para que sean más competitivas y eficientes a la hora de salir al mundo. 

La Argentina y sus sectores

El todo siempre es más que la suma de las partes. Pareciera que en Argentina no tenemos modelos de país por partidos políticos sino más bien por sectores económicos. 

Sería francamente una soberbia injusta pretender pensar la Argentina desde un punto de vista sectorial. No importa aquí qué es lo que “necesite” la industria del conocimiento. Sino más bien cómo la industria del conocimiento puede contribuír al desarrollo de Argentina si la pensamos transversalmente. Pararafraseando a John F. Kennedy, no se trata de lo que tu país pueda hacer por vos, querida industria, sino de lo que vos puedas hacer por tu país.

No somos los “representantes de los sectores” quienes debemos decir qué debería hacer un Ministro de Economía, y mucho menos un Presidente. La defensa de nuestros propios intereses sectoriales debe ser en un marco de armonía general y entendiendo que somos Argentina y no Singapur, Chile o Uruguay. Con todo lo bueno y lo malo. 

Dentro de los distintos sectores económicos de nuestro país, la industria del conocimiento, – que incluye a la industria tecnológica y de software, los servicios profesionales, la biotecnología, el sector aeroespacial, la nanotecnología, y la investigación científica – tiene la enorme ventaja de permitir agregar valor a muchas otras industrias, hacerlas más eficientes y permitirles competir con el mundo. Ese es el salto que requiere Argentina si pretende exportar, en lugar de 70 mil millones de dólares al año, los 350 mil que exporta Australia. 

Tenemos todo para hacerlo. Somos mucho más que el País de Mierda que a veces pensamos. Puede ser difícil, claro. Pero más difícil fue en 1837. El resto son excusas. 

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